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La Celestina y las neuronas espejo

La Celestina y las neuronas espejo

 

Cualquier texto literario encierra siempre cierta complejidad, que puede ir en aumento en función de los niveles de profundización que pretendamos alcanzar o los diferentes enfoques que queramos darle. Una obra literaria, aunque sólo sea un breve fragmento, puede entenderse como un fruto maduro con mucho jugo que exprimir, dependiendo de la sed de cada uno.

       Un texto antiguo, como La Celestina, suele ser un hueso duro de roer. El primer problema lo plantea el idioma: el castellano antiguo. Aunque de él proceda la lengua española, nuestro idioma ha cambiado mucho a lo largo de su historia. Una lectura rápida y superficial (una lectura inútil) no nos dirá casi nada o nada antes de que nuestro cerebro empiece a mandar señales: no entiendo, no puedo, qué pereza ¿esto es obligatorio? No es obligatorio perder el tiempo y dar lugar a que nuestro cerebro llegue al lamentable estado de ojalá encontrar comentario internet. En cambio, es bastante estimulante ver que tras una lectura detenida (misericordiosa) son nuestros propios conocimientos los que comienzan a funcionar, se mezclan con algunas intuiciones… y a partir de ese momento quien manda en nuestro cerebro somos nosotros mismos. Por supuesto, un comentario de texto puede entenderse como una exhibición de lo que hay dentro de cada uno, perfectamente comparable al acto muy humano de ponerse guapo para los demás.

        Merece la pena intentar entender este pequeño fragmento del Acto II de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, donde Sempronio, intentando consolar a su señor Calisto, le dice:

SEMPRONIO.-  Lee más adelante, vuelve la hoja. Hallarás que dicen que fiar en lo temporal y buscar materia de tristeza, que es igual género de locura. Y aquel Macías, ídolo de los amantes, del olvido porque le olvidaba se queja. En el contemplar ésta es la pena de amor, en el olvidar el descanso. Huye de tirar coces al aguijón, finge alegría y consuelo y serlo ha. Que muchas veces la opinión trae las cosas donde quiere, no para que mude la verdad, pero para moderar nuestro sentido y regir nuestro juicio.

 

        Es difícil, es cierto... porque se usan tiempos verbales que no acostumbramos a leer en la misma frase, por el propio empleo de determinados verbos que ya no significan lo mismo,  expresiones extrañas que parecen incluso incorrectas... Intentar entender, en este caso, sería ir probando, a ver “cómo sonaría si estuviese escrito normal”. Sería: Hallarás, sabrás, te darás cuenta... que dicen que fiarse de lo temporal, de lo pasajero, de lo que viene y va... y buscar materia de tristeza, buscar la tristeza, deprimirse... que es igual género de locura, es el mismo tipo, la misma clase de locura... que es lo mismo, vaya, que es un peligro. Y aquel Macías, ídolo de los amantes, del olvido porque le olvidaba se queja... uf... se quejaba del olvido porque el olvido se olvidaba de él... (un majarón el tal Macías... ya no sé si esa palabra es gaditana, cordobesa, sanluqueña, vejerieja o incluso malagueña).

        Merece la pena, además, porque es muy curioso: Sempronio habla de las “neuronas espejo”, unas neuronas fundamentalmente responsables de la empatía, esto es, de provocar una actividad cerebral similar más o menos a la que genera una acción también con su sola observación. Por lo visto, su estudio fue durante mucho tiempo una investigación bastante polémica que no acabó de convencer nunca a los científicos. Pero el asunto ha vuelto a retomarse  y, parece ser, que de nuevos métodos han surgido nuevas hipótesis, e incluso se han publicado algunos resultados de la investigación. En el enlace http://neofronteras.com/?p=3100  aparece un artículo de una web que, en principio, me resulta fiable por la buena redacción de sus artículos, pero no la conozco bien.  

         El caso es que las “neuronas espejo” funcionan en la línea que apuntaba Sempronio: hace poco escuché a Marco Icacobini (neurólogo, profesor de Psiquiatría en la Universidad de California), entrevistado en un programa de la tele, explicar un experimento que venía a demostrar que personas obligadas a fingir risa a menudo (unos eran contratados para programas de televisión) mejoraban significativamente unos indicadores que medían su grado de felicidad... en fin, no sabemos si creerlo, pero qué bonito está dicho por el autor de La Celestina

Huye de tirar coces al aguijón, finge alegría y consuelo y serlo ha. Que muchas veces la opinión trae las cosas donde quiere, no para que mude la verdad, pero para moderar nuestro sentido y regir nuestro juicio.



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