Los propietarios creen haber ganado una batalla
Centenares de obreros habían huido al campo. Uno de los camiones que regresaron con detenidos a Medina fue tiroteado en el camino. la seguridad no era absoluta en el campo; pero la impresión que dominaba en el pueblo no era-entre los propietarios y las fuerzas- de intranquilidad. Se veía que los fugitivos huían a la desesperada y que solo en un momento de desesperación harían frente. Una batalla ganada en la guerra sorda del campo andaluz, donde todos los pueblos son Casas Viejas y en todas partes el hambre y el odio tienen plantados sus cuarteles. El triunfo era total, en apariencia. Algunos propietarios movían la cabeza, lamentándose con una íntima impresión de seguridad y de dominio:
-¡La incultura!
La conciencia de su dominio les permitía hasta una compasión que por sugestión del momento era sincera:
-¡El analfabetismo!
También había dicho el presidente del Consejo:
-Eso se arregla con escuelas.
El presidente del Consejo es optimista. Desde el pináculo donde él concentra toda la responsabilidad de estos crímenes, ve las cosas con una simplicidad que sería risible si no tuviera como fin desviar la cuestión y acallar quizá su propia conciencia.Si les dan escuelas y no les dan de comer, eso no se arregla, sino que se les complica a los gobernantes mucho más. La incultura no es en estos casos sino una ventaja más en favor del orden económico; una ventaja para el sistema feudal, que ha provocado estos sucesos y provocará otros parecidos cualquier día en cualquier otra parte. El día que esos obreros que hoy tienen hambre en Andalucía-cerca de dos millones-puedan alcanzar la cultura a que el presidente del Consejo y los propietarios de casas Viejas se refieren, no llegará con el sistema económico actual. La "cultura" a que se refieren-el conformismo, la posición "culta" ante los problemas-no la dan las escuelas, sino el bienestar económico, el hogar caliente y la despensa provista. Eso no se lo puede dar este régimen. Sin contar con la justicia social y con la satisfacción moral que esa justicia lleva consigo. Si esa "cultura", por otra parte, la dieran los libros, serían tan analfabetos los propietarios como los jornaleros. A no ser que la suscripción a un periódico monárquico y feudal sea una patente de sabiduría.
Ramón J. Sender, Casas Viejas
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