Ganadora 2º ciclo de la ESO. Primer premio
Jessamijn Romero Rempe 3ºB
Eva consiguió zafarse al fin de la alargada sombra de su perseguidor ya bien entrada la noche. Pasó las horas oculta entre la maleza sin poder dormir, pensando en su casa, su familia, su época; tenía que volver como fuera.
Cuando el cielo comenzó a clarear y a adoptar tonos rojizos y anaranjados, decidió tomar el sendero más cercano, y buscar algo de comer.
A medida que iba avanzando la mañana, pudo observar cómo a lo largo de su camino iba cambiando el paisaje. Cada vez había menos vegetación, el color de los arbustos se iba tornando amarillento; los únicos trinos de aves que se escuchaban procedían de muy lejos. A pesar de ello, Eva siguió avanzando.
Percibía leves movimientos en los arbustos, pero no les dio importancia. Distraída con éstos, tropezó con una raíz sobresaliente del suelo. Se escuchó un gran estruendo y, seguidamente, el cielo se tornó oscuro, comenzó a emerger del suelo una densa y maloliente niebla, no dejándola entrever el más mínimo atisbo de claridad. Intentó reptar por el suelo, con esperanza de toparse con algún árbol y poder subirse para salir del contacto con aquella nube que le producía punzadas cada vez más fuertes en la sien.
Sentía que se desvanecía, sus párpados se cerraban más y más con cada latido.
Despertó con las articulaciones entumecidas. Alzó la mirada; paredes y más paredes cubiertas de plantas. No sabía como ni por qué, pero había despertado en un laberinto. Y tenía que salir.
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