Ganador postobligatoria 1º Premio
Había una vez una persona llamada Eón que empezó a caminar por un sendero oscuro. Iba hacía una ciudad llamada Niebleña. El nombre de la ciudad era así porque una vez al año durante una semana,, que siempre era la semana 26 del año, se cubría totalmente de niebla muy densa. Durante esa semana, el caos reinaba sobre las calles de tal manera que la policía y el ejercito no podían hacer nada. Eón, que era un científico muy importante, decidió ir a Niebleña por el sendero oscuro, que era la única ruta. Cuando llego al puente que llevaba hacía Niebleña, se encontró con un ciudadano que salía de la ciudad. Eón habló con él y le dijo que faltaban dos días para la semana caótica, que es como la llamaban allí. Eón no se atemorizó, ya que había ido a Niebleña a investigar el origen de la niebla densa. Niebleña era un laberinto, muchas callejuelas sin salidas, y calles de trazos irregulares que dificultaban el estudio de las calles. Eón pasó tranquilamente los dos días. Niebleña era una ciudad muy bonita en medio de un lago. La noche del domingo, justo antes de esa semana, estuvo pensando cómo pasar por las calles sin que le robaran. Eón llevaba unas gafas de vista térmica, de manera que no tuvo problemas en esquivar a la gente. Cuando llegó al lago miró al fondo y vio que el agua estaba muy caliente. Se puso un traje de buzo y vio unas esporas que tenían la capacidad de calentarse, la que produjo que el agua se calentara y se evaporara. Desde entonces, la única idea que se le ocurrió a Eón fue la de crear una cúpula gigante que protegiera la ciudad de la niebla. Cada vez que pasa esa época, esa semana, se ve desde los bordes del lago una gran cúpula que ilumina el lago y protege la ciudad de esa niebla. La ciudad pasó a llamarse Eónica en honor a Eón e hicieron una estatua en su honor. Así termino la historia de Eón y Niebleña, Que se pasó de generación en generación porque nunca más se volvio a ver la ciudad.
FIN
José Flor González, 1º bach AB
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